«Moodi, ya he aprendido mi lección!» Una escena de lectura y escritura en una escuela coránica
El escritor Amadou Hampâté Bâ nació en Bandagiara, Mali, en 1900, y murió en Abidjan, Costa de Marfil, en 1991. En el año de su muerte se publican sus memorias, con el título de «Sur les traces d’Amkoullel, l'enfant peul». De ese texto rescatamos la siguiente escena de enseñanza, correspondiente a la escuela coránica del sabio Tierno Bokar Salif Tall, un renombrado intelectual del islamismo subsahariano y maestro espiritual de Amadou. La escena es de 1908 y está situada en Bandagiara. Agradecemos a Anne-Marie Chartier por habernos acercado este texto.
« Mis días no variaban mucho. Nielé me despertaba antes de la salida del sol. Me afeitaba, hacía mi plegaria de la mañana y luego corría a la escuela donde me esperaba mi tablilla, que llevaba aún el texto coránico escrito el día anterior. Me instalaba en un rincón y lo recitaba en voz alta para aprenderlo de memoria. Cada alumno recitaba su lección en voz alta sin preocuparse de los demás en un bullicio indescriptible que, curiosamente, no molestaba a nadie. A eso de las siete, si yo sabía bien mi texto, tomaba mi tablilla e iba hacia Tierno. Él permanecía generalmente en el vestíbulo de su puesto, o más raramente en su habitación. "Moodi! (maestro!)", le decía yo, "ya he aprendido mi lección!". Yo me sentaba a sus piés y recitaba mi texto. Si él estaba satisfecho, yo podía ir a lavar mi tablilla para escribir en ella los nuevos versículos cuyo modelo él me daba. Si no, yo conservaba mi lección del día anterior y la revisaba hasta el día siguiente, pero ello me implicaba por lo tanto un día de retraso sobre el tiempo del que disponía para terminar el aprendizaje del Corán - período que era tradicionalmente de siete años, siete meses y siete días, aunque algunos alumnos más capaces, como mi gran hermano Hammadoun, lo podían terminar mucho más pronto. Cada lección no aprendida era castigada por Tierno con algunos golpes suaves de liana o, castigo más doloroso, de un tirón de orejas. Pero eso me parecía bastante suave al lado del trato que había conocido en Bourgoni con mi padre Tidjani - y sin duda al lado del trato de un gran número de maestros de escuela coránica de la época.
« Después de haber copiado mi nuevo texto se lo presentaba a Tierno. Él lo corregía, luego lo leía en voz alta mientras que yo lo seguía desde el comienzo de mi índex. Al retornar a mi rincón, yo lo repetía diez o quince veces, lo que me llevaba hasta las ocho de la mañana. Tierno me daba entonces permiso para volver a mi casa.»
Amadou Hampâté Bâ: «Sur les traces d'Amkoullel, l'enfant Peul», Paris: Actes Sud, Colección Babel, 2000. 1º edición de 1998, pp. 58 - 59
« Mis días no variaban mucho. Nielé me despertaba antes de la salida del sol. Me afeitaba, hacía mi plegaria de la mañana y luego corría a la escuela donde me esperaba mi tablilla, que llevaba aún el texto coránico escrito el día anterior. Me instalaba en un rincón y lo recitaba en voz alta para aprenderlo de memoria. Cada alumno recitaba su lección en voz alta sin preocuparse de los demás en un bullicio indescriptible que, curiosamente, no molestaba a nadie. A eso de las siete, si yo sabía bien mi texto, tomaba mi tablilla e iba hacia Tierno. Él permanecía generalmente en el vestíbulo de su puesto, o más raramente en su habitación. "Moodi! (maestro!)", le decía yo, "ya he aprendido mi lección!". Yo me sentaba a sus piés y recitaba mi texto. Si él estaba satisfecho, yo podía ir a lavar mi tablilla para escribir en ella los nuevos versículos cuyo modelo él me daba. Si no, yo conservaba mi lección del día anterior y la revisaba hasta el día siguiente, pero ello me implicaba por lo tanto un día de retraso sobre el tiempo del que disponía para terminar el aprendizaje del Corán - período que era tradicionalmente de siete años, siete meses y siete días, aunque algunos alumnos más capaces, como mi gran hermano Hammadoun, lo podían terminar mucho más pronto. Cada lección no aprendida era castigada por Tierno con algunos golpes suaves de liana o, castigo más doloroso, de un tirón de orejas. Pero eso me parecía bastante suave al lado del trato que había conocido en Bourgoni con mi padre Tidjani - y sin duda al lado del trato de un gran número de maestros de escuela coránica de la época.
« Después de haber copiado mi nuevo texto se lo presentaba a Tierno. Él lo corregía, luego lo leía en voz alta mientras que yo lo seguía desde el comienzo de mi índex. Al retornar a mi rincón, yo lo repetía diez o quince veces, lo que me llevaba hasta las ocho de la mañana. Tierno me daba entonces permiso para volver a mi casa.»
Amadou Hampâté Bâ: «Sur les traces d'Amkoullel, l'enfant Peul», Paris: Actes Sud, Colección Babel, 2000. 1º edición de 1998, pp. 58 - 59
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