miércoles, marzo 22, 2006

Quema de libros durante la dictadura militar en Argentina

La hoguera del miedo.
por Marcelo Massarino*

El próximo 24 de marzo se cumplirán treinta años del Golpe militar que derrocó al gobierno peronista en 1976. Es un aniversario que sirve para recordar una vez más a los desaparecidos, a los asesinados, a los torturados y exiliados. También para señalar que la dictadura militar tuvo un plan para exterminar a la oposición que no sólo consistió en persecución y muerte, sino en la ejecución de una estrategia para el vaciamiento económico y cultural de la sociedad.
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"Una de las tantas atrocidades que cometieron los militares y sus cómplices civiles fue la quema de libros que no comenzó en la Argentina del '76 pero que en el marco de esa política represiva fue para el Proceso una práctica "purificadora" del ser nacional. También hubo otros fuegos que encendieron quienes temían una represalia por tener una biblioteca que los inquisidores podían calificar como "subversiva". Otro recurso fue tirar libros en inodoros y pozos ciegos o el enterramiento como destino de la literatura y la prensa que podía servir como pretexto para un operativo. Con la democracia los hijos de aquellos jóvenes lectores de los setenta se enteraron que aún estaban escondidas aquellas bolsas con los ejemplares olvidados junto a la higuera del fondo de la casa. Destruidos por la humedad o convertidos en cenizas, los libros vuelven a las bibliotecas como los cuerpos a la playa después de los vuelos de la muerte. En 2002 la publicación de Un golpe a los libros, de Hernán Invernizzi y Judith Gociol mostró la trama del aparato represivo en la cultura. Para recrear el clima de aquellos años recurrimos a esa investigación y al testimonio de los protagonistas de la época. Invernizzi asegura que la dictadura militar tuvo un plan concreto y aclara que "no significa que se trataba sólo de un plan de destrucción. Era un proyecto de control, censura y producción de cultura tanto en la educación como en la cultura y la comunicación Eudeba La cultura fue un lugar donde la derecha peleó cada lugar de poder. Un ejemplo es el caso de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, Eudeba. El 25 de mayo de 1973 fue designado rector de la Universidad de Buenos Aires Rodolfo Puiggrós, quien nombró presidente del Directorio al escritor Arturo Jauretche y director ejecutivo al periodista Rogelio García Lupo. El autor de El medio pelo en la sociedad argentina falleció el 25 de mayo de 1974. García Lupo renunció cuatro meses después. Reconoce que "sabíamos que íbamos a tener muchos problemas. Pensábamos en discusiones por los proyectos editoriales pero no en agresiones físicas. El proyecto de fondo consistía en la edición de las obras completas de tres intelectuales argentinos: Leopoldo Lugones, que era una figura que les servía a todos: a los anarquistas, a los fascistas y a los nacionalistas; Carlos Astrada, un filósofo marxista y Manuel Ugarte, quien era muy representativo de la intelectualidad procedente del socialismo que había desembocado en el primer gobierno de Perón. Tuvimos amenazas cuando anunciamos el plan editorial y al tiempo decidimos irnos porque la presión era insoportable. Pero ocurrió una cosa insólita. Teníamos la idea de hacer la revisión de la obra de Lugones de manera cronológica. Empezar por el Lugones anarquista y seguir con el socialista. Un día me llamó el abogado Valentín Thiebaut, director ejecutivo del nuevo Directorio -ya con Alberto Ottalagano como interventor de la UBA-, y me dice: 'tengo un problema. No puedo cumplir con el contrato de Lugones si empezamos por la etapa izquierdista... ¿No podemos arrancar por la fascista..?'" En julio de 1974 un grupo comando entró al taller gráfico donde Eudeba imprimía parte de sus libros al grito de "¿Dónde está El marxismo de Lefebvre?" Antes que el imprentero Polosecki pudiera dar una respuesta prendieron fuego un sector pero en el apuro los asaltantes se equivocaron de libro. En julio de 1976 fue designado director ejecutivo de Eudeba el político socialista Luis Pan, quien le entregó al Comando del Iº Cuerpo de Ejército parte del fondo editorial con los libros censurados. El 27 de febrero el teniente primero Xifra dirigió el operativo que terminó con la quema de casi noventa mil volúmenes en el predio de Palermo. Rogelio García Lupo vio cuando los soldados cargaban los camiones con los ejemplares de su gestión. "Pan fue quien llamó al Ejército y puso en sus manos toda esa 'literatura pecaminosa'. El temía que alguien dijera '¡pero este Pan también es socialista..!' Con esa operación compró protección, fue como una prueba de amor". El fuego purificador y la autocensura La práctica piromaníaca del Proceso tiene ejemplos como los siguientes, ambos de 1976. En Córdoba el interventor de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, teniente primero Manuel Carmelo Barceló, sacó de la biblioteca y mandó a incinerar títulos de Margarita Aguirre, Pablo Neruda y Julio Godio, entre otros. En la misma provincia, el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Jorge Eduardo Gorleri (luego ascendido a general por el gobierno de Raúl Alfonsín), exhibió en conferencia de prensa una hoguera en el patio de la unidad militar, avivada por libros de León Trotsky, Mao Tse-Tung, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, Juan Domingo Perón y fascículos del Centro Editor de América Latina (CEAL) que robó de las bibliotecas y librerías. En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, los militares usurparon la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, La Vigil, una institución que tenía una biblioteca de 55.000 volúmenes en circulación y 15.000 en depósitos, a principios de la década del setenta. El 25 de febrero de 1977 fue intervenida mediante el decreto nº 942. Ocho miembros de su Comisión Directiva detenidos ilegalmente, su control de préstamos bibliográficos utilizado para investigar a los socios. Miles de libros de la entidad fueron quemados, por ejemplo seiscientas colecciones de la obra completa del poeta Juan L. Ortíz. El periodista y escritor Mempo Giardinelli sufrió las consecuencias de la pasión ígnea de los militares: su primer novela fue quemada junto a una de Eduardo Mignogna. El caso de Enrique Medina es paradigmático: "El golpe de Estado de 1976 confirmó la prohibición de los libros ya censurados del autor y lo extendió a cuanto texto suyo aparecía. Medina es, quizás, uno de los autores más sistemáticamente perseguidos por la censura, durante la dictadura e incluso antes", según Invernizzi y Gociol. Manuel Pampín, de Corregidor, editó parte de la obra del autor de Las Tumbas, como Sólo ángeles cuya sexta edición fue prohibida aunque no la séptima, una copia de la anterior. También le decomisaron Olimpo, de Blas Matamorro, por un decreto del PEN. Ante el reclamo de Pampín, el capitán de navío Carlos Carpintero le respondió: "de los libros, olvidate". Ya en 1978 las autoridades retuvieron en la aduana Evita, una biografía de Marysa Navarro que más tarde pudo ingresar al país por la intervención de Dardo Cúneo, por entonces presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Hubo editores que decidieron destruir los materiales que eran prohibidos. Es el caso de Granica: "varios de los libros de sello fueron prohibidos. Entre ellos La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez que fue uno de los primeros títulos de los que la propia editorial decidió deshacerse. Esa es la cara más perversa del terror: ya no los libros que el régimen quemaba sino los que se eliminaban por propia decisión", describen los autores de Un Golpe a los libros. De la imprenta a la fábrica de papel sin pasar por librerías fueron por lo menos diez títulos, no menos de 20.000 volúmenes, entre ellos Correspondencia Perón-Cooke. La quema de libros más grande que concretó la dictadura fue con materiales del Centro Editor de América Latina, el sello que fundó Boris Spivacow quien además tuvo un juicio "por publicación y venta de material subversivo". El fue sobreseído pero el millón y medio de libros y fascículos ardieron en un baldío de Sarandí. Testigos de la quema fueron la profesora Amanda Toubes, directora de la colección La enciclopedia del mundo joven y Ricardo Figueira, director de colecciones del CEAL y autor de las fotografías de aquel 26 de junio de 1978. En 2005 ambos recordaron el clima de aquellos años para un artículo que Aníbal Ford escribió en la revista Lezama: Toubes decía que "'en ese momento nuestra mente estaba todavía en el asesinato de Daniel Luaces, en su escritorio vacío. Tantos otros llantos, tantas cosas de las que nos íbamos enterando día a día... que tal vez lo vivimos sólo con una gran tristeza pero también como parte de nuestra cotidianeidad'. Algo de esto retoma Ricardo Figueira, que casi minimiza el hecho. 'Lo que era vivir cotidianamente, día a día, con el culo a cuatro manos y dando varias vueltas a la casa antes de entrar'". Para Ford "esa hoguera de libros argentinos provocó un vacío, un hueco, en la transmisión y en la construcción cultural que todavía no ha sido reparado". Otro de los editores perseguidos fue Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor, quien junto a su mujer Kuki Miler fue detenido a disposición del Poder Ejecutivo durante 127 días y luego partió al exilio. Primero fue la censura del libro infantil Cinco dedos. Ya en la cárcel de Caseros, se enteró de la prohibición de Ganarse la muerte, de Griselda Gambaro. Divinsky rememora que trabajar en esa época "era como caminar por la cuerda floja. La prohibición a de la Flor pretendió ser, de alguna manera, una medida ejemplificadora porque se trataba de una editorial independiente. Cuando pasó todo y volvimos del exilio cada día que llegaba a la oficina daba una vuelta a la manzana para ver si había algún patrullero." Desde finales de los sesenta Siglo XXI fue una de las editoriales más influyentes en el pensamiento latinoamericano. Con casas en España y México, la sede de Buenos Aires tenía una enorme influencia. Editaba Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano y todos los libros del pedagogo Paulo Freire, entre otros. El 2 de abril de 1976 un grupo de tareas allanó las oficinas de Perú 952 y secuestró al jefe de correctores Jorge Tula y al gerente de ventas Alberto Díaz. La empresa fue clausurada y luego abrió hasta que la casa matriz decidió levantar la sede porteña. Pasaron treinta años y hoy Alberto Díaz es director editorial del Grupo Planeta. "Era muy jodido y triste trabajar en ese ambiente en el que desaparecían correctores, traductores y amigos. Otros se exiliaban o se iban al Interior, o eran detenidos. Pero seguíamos trabajando. ¿Por qué? Es algo inexplicable porque el golpe se veía venir pero estabas como anestesiado. Yo estuve desaparecido un mes y pico. Cuando me largan ya me habían cesanteado de la Universidad y volví a Siglo XXI. Me tenía que ganar la vida y no se me ocurría irme. Después de un segundo aviso partí rumbo a Colombia el 24 de agosto del 76. ¿Qué le produce este recuerdo? Es como si estuviera contando un libro de historia. Ya no recuerdo cómo era mi rostro, pero sí de la cara del poeta Miguel Angel Bustos. Lo tengo congelado con un rostro joven. Ya no me acompañan las imágenes de la detención porque sabes que muchos de los detenidos nunca volvieron, entonces tenes una especie de culpa del sobreviviente. Ceremonias privadas También hubo otras quemas de libros que hicieron las víctimas de la represión. No era necesario ser militante ni pertenecer a una organización política. El hecho de tener libros considerados "subversivos" o "inmorales" era peligroso. "La destrucción, el ocultamiento y el enterramiento de libros desde 1974 hizo que las bibliotecas se vayan despoblando. Otro fenómeno que desapareció fue la lectura en los medios públicos de transporte porque el libro te hacía caer bajo sospecha" reflexiona Díaz, quien incineró algunos libros del Che como Guerra de Guerrillas, periódicos del PRT La Verdad y revistas como Crisis y Militancia. La escritora Ana María Shua regresa a los días de marzo del 76: "Mi marido y yo no militábamos, pero éramos de izquierda y muchos de nuestros amigos y conocidos desaparecían o se escapaban del país o pasaban a la clandestinidad. Sabíamos que había libros 'peligrosos': todo lo que tuviera marxismo o la idea de la revolución social. ¿Por dónde empezar? Empezamos por uno de Vo Nguyen Giap, sobre la Guerra de Vietnam. El intento, en la pileta de la cocina, fue un triste fracaso. No es tan fácil quemar un libro en un departamento de tres ambientes. Decidimos que si entraba un grupo de tareas, daba lo mismo que hubiera este libro o aquel: lo peligroso, lo que nos denunciaba como enemigos era tener una biblioteca. Y abandonamos la idea de quemar libros. Alicia Dujovne Ortíz en su libro Las perlas rojas recuerda las fogatas que se encendían en esa época en las azoteas, en los patiecitos. Teníamos miedo, mucho miedo."
Marcelo MassarinoPeriodista.
Tomado de:
Instituto Fronesis, Buenos Aires. http://www.fronesis.org

Ilustración:
Quema de libros condenados. Pedro Berruguete

jueves, marzo 16, 2006

Alfabetización y eurocentrismo


El término alfabetización se encuentra impregnado de eurocentrismo al punto que denominamos "alfabetos" a sistemas de escritura que no tienen vocales a los que habría que denominar escritura betabética si se nos permite el neologismo.
De igual modo ¿qué sentido tiene denominar "campaña de alfabetización" a una acción por la promoción de la lectura y escritura en China cuando su sistema de escritura es ideográfico?
Quizá estas reflexiones estén por debajo de lo que Rosa María Torres señala en el siguiente artículo como obstáculo para el relevamiento estadístico comparativo. Dice así:
"En el último boletín de la UNESCO (ver abajo) se consignan ejemplos de las diferentes maneras en que cada país define y contabiliza qué es una "persona alfabetizada".
Esto es entre otras cosas lo que dificulta la comparabilidad estadística en materia de analfabetismo/alfabetización a nivel internacional.
Nótese que ninguno de estos ejemplos incluye el manejo de las tecnologias digitales como factor a tenerse en cuenta modernamente en las definiciones o estimaciones de analfabetismo/alfabetización.
Ignoramos si UNESCO está considerando incluir la llamada "alfabetización digital" como un nuevo indicador dentro del campo del analfabetismo y la alfabetización."
Saludos,
Rosa María Torres Instituto Fronesis
http://www.fronesis.org

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Examples of different ways that countries define a literate person
- Brazil: A person who can read and write at least a simple statement in a
language he or she knows.
- Cameroon: Literacy is the ability of people aged 15+ to read and write inFrench or in English..
- China: A person is considered literate if he or she knows 2,000 characters(1,500 characters if he or she lives in a rural area).
- Islamic Republic of Iran: A literate is an individual who can read andwrite a simple sentence in Farsi or in any other language.
- Mali: A person who has never attended school is considered illiterate,even if that person can read and write.
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Tomado de:MINGA NACIONAL POR UN PAIS QUE LEE Y ESCRIBE
Enviar ">mensajes al grupo
Sitio web

domingo, marzo 12, 2006

Museos escolares 8

Nombre:
Museo Pedagógico de Chile
Dirección:
Chacabuco 365 (Barrio Matucana), Santiago de Chile
Director (a):
María Isabel Orellana Rivera
Teléfono:
681 8169 - 682 2040 contacto@museopedagogico.cl
Horario de Atención:
Para servicios previamente concertados, lunes a viernes, de 10:00 a 17:00 horas.
Colecciones:
La colección inicial del Museo Pedagógico de Chile se origina en la Exposición Retrospectiva de la Enseñanza, efectuada en 1941 con motivo del IV Centenario de la Fundación de la ciudad de Santiago. A partir de entonces, se incrementa gradualmente a través de donaciones privadas y de escuelas y liceos del país. En la actualidad sus colecciones alcanzan un total de 6.522 piezas.La colección más valiosa y voluminosa es la de material escolar, que proviene en su mayoría de antiguos establecimientos educacionales del país. En ella encontramos, por ejemplo, máquinas electrostáticas para la enseñanza de la física, que fueron encargadas a Europa por don Diego Barros Arana; una colección de fósiles utilizados por don Rodulfo A. Philippi en sus clases del Instituto Nacional; láminas didácticas; una completa serie de mapas de insignes cartógrafos; pupitres, ábacos y otros artículos escolares utilizados en diversas épocas. A partir de 1997 la colección se inventarió, se organizó dentro de dos depósitos y se tomaron medidas para su conservación preventiva.La Biblioteca Especializada en Ciencias de la Educación del Museo cuenta con más de 40.000 obras y textos sobre filosofía de la educación, sicología pedagógica, didáctica y metodología de las asignaturas, antropología, economía y sociología. Además posee publicaciones periódicas, folletos y una recopilación de documentos y conferencias de educadores ilustres.Sus fondos se encuentran parcialmente organizados. 16.000 volúmenes están inventariados y catalogados. Sin embargo, se estima que 11.000 publicaciones periódicas permanecen sin procesar, al igual que un grupo de 10.000 impresos varios. Por otra parte, el Archivo Fotográfico del Museo posee más de 6.000 imágenes del proceso histórico de la educación chilena, organizadas y catalogadas.
Material Didáctico :
Visita a la sede del Museo.La antigua Escuela Normal N¼ 1 de Niñas "Brígida Walker" (Monumento Nacional), en Compañía 3150. Por las características actuales del Museo, este servicio se encuentra sujeto a reserva previa obligatoria
URL:
http://www.dibam.cl/subdirec_museos/m_pedago/home.asp

sábado, marzo 11, 2006

Historia Social de la Educación. Programa de docencia

Tenemos el agrado de invitar a los lectores de este blog a realizar una visita a nuestro sitio de docencia en la Universidad Nacional de Luján, Argentina

"La máquina para leer varios libros a la vez ilustraba la carátula del programa de 1996 de Historia Social de la Educación I.
Nos había llamado muchísimo la atención la imagen que habíamos tomado de HERSCH, J. (dir) (1973) El derecho de ser hombre, Antología, Madrid, Tecnos/Unesco.
Unos años más tarde nos reencontramos con la imagen en el texto de MANGUEL, Alberto (1999) Una historia de la lectura, Bogotá, Norma; quien la atribuye a un ingeniero italiano, Agostino Ramelli, al servicio del rey de Francia.
El inventor caracteriza al artefacto como "una bella e ingeniosa máquina, muy útil y conveniente para toda persona que disfruta estudiando, especialmente si sufre indisposición o padece gota, porque con esta clase de máquina un hombre puede ver y leer una gran cantidad de libros sin moverse de su sitio" (MANGUEL:144-145)
Utilizamos la ilustración en el sitio del Proyecto Histelea (que surge casi simultáneamente con aquella versión del programa de la materia así como su actividad de extensión universitaria el proyecto museo de la escuela) para decir que "La escena de lectura informática había sido anticipada en el Proyecto de máquina para leer varios libros a la vez, cuando en un grabado [del siglo XVII], apenas a un siglo de inventada la imprenta ya se advertían sus consecuencias en la difusión masiva del libro"
Podríamos pensar dos largos momentos en la historia de nuestros trabajos en HSE para lo cual hemos vuelto a echar una mirada a la bibliografía del proyecto:
1) Un primer momento inicial del equipo que arranca con su constitución en 1986, cuando junto a Daniel Cano debatíamos nuestras preocupaciones teóricas centrales en torno a la redefinición del objeto de estudio de la Historia Social de la Educación (CUCUZZA:1986); y, en ese marco quizá, el problema de la escritura como tecnología de la palabra siguiendo a Walter Ong . El pasaje de las culturas orales a las culturas escrituradas y con ello el surgimiento de la “escuela templo” marcaba con mucha fuerza nuestras formulaciones teóricas y nuestras prácticas de aula. La bibliografía utilizada da cuenta de ello: ONG:1987; ZUMTHOR:1989; McLUHAN:1988; GOODY:1985; 1990, GELB:1987; HEBRARD:1989; ILLICH:1989; BOURDIEU:1990; VIÑAO:1988; entre otros.
2) Un segundo momento que comienza con la formulación del programa mencionado de 1996 en el que, sin abandonar los planteos iniciales, el eje se desplazó hacia la construcción de la escuela como construcción de “la modernidad”, (PINEAU:1996), y los intereses del equipo se desplazaron hacia la lectura y los manuales escolares: CUCUZZA: 1998; BURKE:1991; CHARTIER:1994 y 1995; CHARTIER y HEBRARD:1994; CAVALLO y CHARTIER:1997; MANGUEL:1999; ESCOLANO BENITO:1996; JOHNSEN:1996; SAENGER:1997; VIÑAO: 1999; entre otros. El libro “Para una historia de la enseñanza de la lectura y escritura en Argentina” que recoge los trabajos colectivos del equipo en 2002 quizá sea una síntesis heterogénea de esta etapa signada por las relaciones con el Proyecto Manes de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en España.
Si así fuera, estaríamos iniciando con esta bitácora o blog, un tercer momento de síntesis dialéctica donde lectura y escritura como prácticas socio-históricas en su mutua interdependencia se analizan incursionando decididamente en prácticas de lectura y escritura hipertextuales de docentes y alumnos en lo que se ha dado en llamar la web 2.
Y entonces no es casual que recuperemos la ilustración de aquel programa de 1996 para iniciar nuestras tareas en docencia con el programa de 2006. Si hace una década la difundíamos en formato papel en artesanales fotocopias ahora se reedita en un espacio virtual transportada en la blogósfera.
La máquina para leer varios libros a la vez será este blog. Pero será también la máquina para escribir varios libros a la vez.
Bienvenidos.
Rubén Cucuzza

lunes, marzo 06, 2006

El libro bien cultural y objeto de consumo


A mediados del siglo XVI, en el contexto del floreciente mercado editorial veneciano, se utilizaron los términos mercancía de honor y mercancía de utilidad para referirse la doble naturaleza del libro: bien cultural por excelencia y, al mismo tiempo, producto manufacturado y objeto de consumo. En un sentido muy general, el honor remitía a lo que el libro tiene de mediador espiritual, de transmisión de ideas y conocimientos, aunque, de manera más específica, el concepto de mercancía de honor daba cuenta de la reputación del editor y del lector. La honra del editor provenía de la selección de autores, pero también de la calidad y el esmero con que elaboraba sus productos en letra impresa; el prestigio del lector se basaba en su capacidad de proveerse y emplear aquellos tesoros culturales. Por su parte, utilidad alude a las propiedades físicas y las relaciones corporales que se establecen entre los hombres y las cosas, y, sin duda, permitía referirse a la economía de producción y distribución del libro, pero al mismo tiempo podría entenderse como todos aquellos aspectos que, más que allá del decoro, son necesarios en el diseño del libro como objeto de uso.
Estas facetas diversas del libro como objeto siguen plenamente vigentes. Ahora bien, a diferencia de las pretensiones integradoras de los editores venecianos, actualmente el honor y la utilidad se presentan escindidos e incompletos. Tomemos, por ejemplo, el tipo de libros que explotan aquel aspecto más próximo a la idea de mercancía de honor. Se trata de las distintas variantes de ediciones singulares de libros de artista y de ediciones bibliófilas cuyo consumo se limita a unos pocos coleccionistas. Cercano al espíritu de este tipo de libros, aunque dirigidos a grupos más amplios y con una incidencia menos marginal, se encuentran los libros de arte (catálogos de exposiciones de arte, fotografía, arquitectura y diseño), ediciones institucionales y libros de regalo, donde la relación imagen y palabra demanda formatos y diseños especiales. En este campo es donde se concentran algunas de las más celebradas innovaciones en diseño editorial aunque, a decir verdad, en ocasiones responden más a criterios de packaging y de merchandising que a los característicos del mundo editorial. Son estas producciones las que obtienen los honores de los Laus y otros premios de diseño gráfico, dejando en evidencia que lo que se entiende por diseño no es el casi todo que rezaba el Any del Disseny, sino la excepción o, mejor, la excepcionalidad editorial. Por lo que respecta a las actuales mercancías de utilidad -es decir, los libros de factura convencional destinados al consumo genérico- hay que apuntar la profunda transformación que se está operando. Asistimos a una expansión del mercado editorial que conquista nuevos espacios y nuevos consumidores. La distribución de libros alcanza, más allá de las librerías convencionales, desde los megastores especializados en ocio a los quioscos, pasando por centros comerciales no especializados, sin olvidar el comercio electrónico. El libro, como un producto de consumo más, debe adaptarse a las exigentes condiciones de competitividad visual en el punto de venta y lo hace intentando aumentar el efecto de reclamo de las portadas, generalizando la cuatricromía y apelando a imágenes directamente sacadas del repertorio cinematográfico y televisivo, de la publicidad y de las marcas. Este imperativo comercial también se deja sentir en las propias librerías. Por ello, los tiempos de exhibición de novedades son cada vez más cortos y las librerías reorganizan su espació en mesas de exposición horizontal mientras se deshacen rápidamente de sus stocks. No debe extrañar que tal dinámica tenga efectos distorsionantes sobre el diseño editorial. La perdida de identidad de las colecciones en favor de la promoción ejemplar por ejemplar o el continuo rediseño de las portadas como si cada nueva edición quisiera simular una novedad o una profusión de imágenes en las portadas que va a la par con un descuido tipográfico en el interior del libro, son síntomas harto elocuentes que no escapan a los habitués de las librerías.
He aquí el desconcertante panorama de la edición: por un lado, los libros especiales o de imágenes concebidos como objetos sobrediseñados y predestinados a la obtención de premios, y por otro, los libros comunes cada día más infradiseñados, abandonados a su suerte comercial y desprovistos de honor.Un panorama desalentador que hace albergar serias dudas sobre el papel del diseño gráfico en el sector editorial. Especialmente si entendemos este papel como la capacidad de tomar muy seriamente al libro como un objeto diseñable en todos sus pormenores -tanto en sus dimensiones de sofisticado utensilio material como de artefacto visual-, y si se demanda, desde la perspectiva del lector, una elaboración de los componentes gráficos y tipográficos acorde con pautas de lectura y atención perceptiva.
Ahora bien, aunque la coyuntura no sea muy favorable al buen diseño editorial, conviene no sumirse en el desánimo, ni explotar la melancolía por las ediciones princeps.Tal vez resulte inquietantemente la aseveración de Daniel Pennac en el sentido que hoy "no cuentan tanto los hábitos de lectura como los de consumo", pero hay que recordar que la naturaleza mercantil del libro acompaña toda su historia. El libro siempre constituyó un buen negocio. Lo era ya en época de los manuscritos medievales y lo siguió siendo como producto protoindustrial después de la introducción de la imprenta. Fabricó su propio público -"la cada vez más numerosa república de los hombres de letras" de la que hablaba D´Alambert- y permitió acrecentar fortunas capitalistas como las de Le Breton en tanto empresario de la Encyclopédie. La edición conquistó el consumo masivo con folletines y novelas por entregas -fueran de Dumas, Dickens o Galdós- y en los años treinta del siglo pasado, el libro adoptó el concepto de publicación de bolsillo y empezó a venderse por decenas de millares. Por lo tanto no es ahora, sino desde siempre, que el libro ha ido a la búsqueda de nuevos consumidores, y este proceso -dicho sea de paso- se ha visto acompañado por interesantes aportaciones en el diseño del formato, la gráfica y la tipografía.
¿Por qué no pensar, entonces, que la transformación a la asistimos, más que un final apocalíptico, es el principio de otro tipo de escenario en el que puede surgir una nueva relación entre editores y diseñadores? Nunca como ahora se había editado tanto, con tal celeridad y en disposición de unos medios técnicos de fabricación y de distribución que permiten obtener publicaciones de gran calidad con costes razonables. Las potencialidades están ahí. Sólo cabe esperar que cese esta fascinación infantil de las editoriales por el marketing que transforma a los directores comerciales en expertos diseñadores de portadas. Sólo se necesita el concurso de un tipo de diseñadores que, lejos de parapetarse en un mundo de modernos bibliófilos, cultivadores de la excepción y de la rareza, desarrolle oficio y conocimientos para devolver al libro la dignidad cultural que le pertenece. En todo caso este sería un buen programa sobre el que reflexionar en el Any del Llibre i de la Lectura.
Oriol Pibernat es profesor de Historia y Teoría del Diseño y director de Eina, Escola de Disseny i Art
Tomado de:
Librínsula. La isla de los libros
Ilustración:
El prestamista y su mujer. Quentin Metsys

viernes, marzo 03, 2006

Biblioteca Digital Europea

La CE quiere que la biblioteca digital de acceso a seis millones de documentos en 2010

BRUSELAS.- Bruselas ya ha hecho públicos sus objetivos para la biblioteca digital europea. La Unión Europea (UE) quiere digitalizar 6 millones de libros y documentos para 2010, lo que tendrá un coste aproximado de entre 200 y 250 millones de euros. Sin embargo, hay un importante obstáculo que la UE debe salvar, los derechos de autor.

La Comisión Europea (CE), ha publicado los resultados de una consulta pública sobre los derechos de autor que "ha demostrado que hay mucha controversia" sobre el asunto, según Martin Selmayr, portavoz de la Comisión.

En dicha disputa hay dos bandos enfrentados, los titulares de derechos, partidarios de respetar plenamente el 'copyright' actual, y las instituciones culturales, que defienden una mayor flexibilidad. Según la actual normativa de la UE, los contenidos protegidos fuera de Internet deben estarlo igualmente en la Red.

No obstante, para facilitar el desarrollo de la Biblioteca Digital Europea y eliminar todos los obstáculos posibles, el Ejecutivo comunitario presentará antes del verano una recomendación para "explorar la flexibilidad del marco reglamentario actual, y en particular la directiva 'copyright'". También estudiará pusibles modificaciones en las legislaciones de los Estados miembros.
Un portal único

La intención de la UE es que los más de 6 millones de libros, películas, fotografías y documentos sean accesibles desde un único portal, que estará traducido a varios idiomas y dará acceso a bibliotecas, archivos y museos de toda la Unión. Así, la Biblioteca Digital no será una nueva institución europea centralizada, sino punto de acceso a todos los recursos digitales de las instituciones culturales de Europa.

Selmayr ha declarado que digitalizar tal cantidad de documentos en cinco años es "realista", y que se trata sólo del inicio del proyecto. Las bibliotecas nacionales también colaborarán en la iniciativa, y se esperá que en 2008 ya haya unos 2 millones de obras disponibles.

El coste del proyecta estará en torno a los 200 o 250 millones euros. La UE aportará 60 y el resto será asumido por los estados miembros. La infraestructura TEL, un sistema ya existente que permite acceder a catálogos y recursos de algunas bibliotecas europeas será la base del proyecto.
Sólo dominio público

La mayoría de las respuestas a la consulta de Comisión consideran que la bilioteca digital europea es una oportunidad para hacer más accesible en Internet el patrimonio cultural europeo. Pero los titulares de derechos consideran que debería limitarse al material de dominio público.

Sin embargo, los editores podrían digitalizar los libros protegidos por 'copyright' y venderlos a través de la Biblioteca. En su opinión, en ningún caso deberían utilizarse libros protegidos sin el consentimiento explícito del titular asegurar la sostenibilidad del negocio editorial y estimular la creatividad.

Por otro lado, las instituciones culturales apuntan que si no se incluye material protegido el proyecto tendrá un 'agujero negro' respecto a la cultura del siglo XX. Por ello reclaman a la Comisión que trate de acercar posturas entre los dos bandos y considera una buena iniciativa la creación de un grupo de alto nivel sobre esta cuestión, presidido por la comisaria Viviane Reding.

Asimismo, estas instituciones reclaman cambios en la actual legislación para introducir una cláusula de 'uso justo' similar a la que existe en la normativa norteamericana, restringir el periodo de protección, conceder a las bibliotecas el derecho a copiar, digitalizar y catalogar sus fondos y presentarlos en su sitio de Internet; y crear un derecho de préstamo digital acompañado por un mecanismo de remuneración.

Las partes consultadas también han señalado como potenciales problemas la falta de armonización sobre las excepciones a la directiva de 'copyright' o la fragmentación territorial en la gestión de los derechos de autor. Para sortearlos se proponen alternativas como la venta colectiva de derechos o el uso de tecnologías digitales de protección de derechos.

Tomado de: http://www.elmundo.es/navegante/2006/03/03/cultura/1141379658.html